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Las posadas y sus cambios a lo largo del tiempo

jueves, 28 de diciembre de 2017
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El presidente del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, Efraín Franco Frías, comentó que la tradición de las posadas ha sufrido modificaciones a través del tiempo, sobre todo en el siglo XX, cuando se incorporan elementos que ya no corresponden a la tradición judeocristiana o católica.

En entrevista agregó que los franciscanos detectaron que «había en nuestro contexto una profunda religiosidad en todos los grupos conquistados, por lo que decidieron utilizar varios recursos para evangelizar a las comunidades indígenas en México».

Dijo que, por ejemplo, el teatro lo utilizan no sólo los franciscanos «sino con gran puntualidad los jesuitas, quienes son prácticamente el último grupo religioso importante que llega a México, pero van a utilizar el teatro como un recurso didáctico».

Mencionó que se llevan a cabo recreaciones que luego van a derivar en las pastorelas, «se recrean pasajes bíblicos que los indígenas escenificaban en su lengua, ya sea náhuatl, mixteca, zapoteca, purépecha».

Añadió que además se escribían obras en español con una fuerte carga religiosa y obligaban a que participaran los indígenas, «todo esto fue un proceso amplio de evangelización»

El funcionario recordó que por el año de 1589 se solicitó al Papa que otorgara una bula o decreto para generar nueve días de posadas, «y así fue, se otorgó».

Detalló que a partir de finales del siglo XVII viene esa autorización para que en los atrios, «en el contexto de los templos o también en algunas calles o espacios, pudieran realizarse una serie de actividades de corte religioso».

«Cuando eran en el templo había una misa, una serie de actividades religiosas, y como forma de premio se incorporan las piñatas y pastorelas, era teatro donde empiezan a añadir los elementos bíblicos, pero también los elementos de la Sagrada Familia», agregó.

Franco Frías precisó que se trató de un proceso «que fue madurando, estas posadas de nueve días, del 16 al 24 de diciembre, fueron una serie de expresiones religiosas y artísticas, pero profundamente vinculadas con una religiosidad».

El también director del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad de Guadalajara (UdeG) comentó que era teatro, piñatas, villancicos, misas, aguinaldo,; «el aguinaldo era ese regalo que se daba, esa colación, ese dulce que se daba como premio, junto con aguas frescas, a todos aquellos que asistían a cumplir con los rituales».

Manifestó que esto fue muy bien aceptado por las comunidades indígenas pero también por las mestizas, «y de una u otra manera por los criollos y por las diferentes castas».

«Al grado que cuando viene la Independencia de México esta tradición de las posadas estaba profundamente arraigada, prácticamente en todos los grupos de las castas que había en el país, pero mucho más profundamente en los mestizos y en segundo término en las comunidades indígenas».

Explicó que Fernández de Lizardi, «con una visión muy aguda y muy sensible, se da cuenta que existían estas tradiciones, estas serie de textos y a él se le atribuye que escribe la primera pastorela con todos los elementos que ya existían previamente, pero los reúne, los sintetiza y les da una estructura literaria muy sólida».

El experto resaltó que a principios del siglo XIX, «La noche más Venturosa», de Fernández de Lizardi, «es considerada por la primer gran pastorela mexicana, que se va a incrustar dentro de esos festejos de los nueve días que duraban las posadas».

Señaló que la piñata representaba los pecados capitales, «era una representación simbólica, alegórica, de los pecados y de las tentaciones, tenía esa fuerza didáctica porque cada pico de su diseño era una tentación, eran también los demonios, había por eso había que ponerle mucha vistosidad, mucho oropel, para que jalaran como imanes a las tentaciones».

Describió que la persona que iba a romper la piñata llevaba vendados los ojos para que él creyera en una voz que tenía que emanar de gente honesta que representaba a la Iglesia.

«Le daban vueltas y mareaban a quien iba a romper la piñata porque en la vida cotidiana normalmente las tentaciones y la vida misma nos marea, nos hace perder el rumbo, nos hace perder el tino y caer en las tentaciones», señaló.

Franco Frías expresó que la persona que rompía la piñata «realmente destrozaba las tentaciones y tenía un premio por haber confiado en aquella voz que le indicaba donde golpear hasta romper a ese diablo panzón».

Destacó que toda esta serie de elementos simbólicos: piñatas, pastorelas, misas, aguinaldos, etcétera, «conformaron esos nueve días, que después de la Independencia de México, como estaban profundamente arraigados en la cultura popular y formaban parte de la vida misma del pueblo, pues permanecieron y hasta la fecha están de manera muy presentes y profundamente arraigados».

«Es verdad que a través del tiempo se han modificado estas tradiciones, sobre todo en el siglo XX, que se empiezan a incorporar elementos que ya no corresponden a la tradición judeocristiana o católica».

Citó como ejemplo, los belenes o nacimientos que provienen desde la época colonial como parte de esos nueve días de las posadas, «de tener esos belenes vivientes y salir a pedir posada, en el siglo XX, aunque continúa, se incorporan otros elementos de otras tradiciones dominantemente del mundo protestante».

Subrayó que en los últimos 40 ó 50 años las posadas han tenido modificaciones, «se han visto paganizadas, porque la visión con que nos llegan, sobre todo con esta presencia de árboles de Navidad y de Santa Claus, es un mercantilismo salvaje y es lo que nos domina en este momento».

Lamentó que en la actualidad «más que decir Feliz Navidad, en el fondo existe una idea de ‘compro y luego existo’ o ‘vendo y luego existo’; por lo tanto, esto de las navidades, esto de las posadas, se ha visto trastocado por una comercialización atroz en los últimos años».

El experto dijo que las mismas pastorelas pierden un tanto su visión profundamente tradicional de presentarse en los barrios, en las calles y en los pueblos de manera gratuita, «ahora se presentan como meros espectáculos,perdieron su dimensión de ser instrumentos de evangelización».

Indicó que a partir de los años 70 se introduce la pastorela contemporánea, «donde ya no son los personajes tradicionales: el ermitaño, la Sagrada Familia, etcétera; ahora se utiliza la estructura en la pastorela moderna y el diablo es un empresario, un banquero o un político con el fin de hacer una fuerte crítica social divertida».

«En algunos casos se utiliza la estructura, la aceptación y penetración de la pastorela que tuvo durante siglos, para darle ahora una connotación política e ideológica».

Afirmó que la pastorela es el único «género vivo que es profundamente mexicano y que está vigente, quizá ha perdido un poco su sentido original pero sigue con un gran valor y una gran fuerza».

Puntualizó que la cultura «es algo vivo, algo que se mueve constantemente y no nos deben asustar los cambios o la incorporación de nuevos elementos a ciertas fiestas y a ciertas tradiciones».

Comentó que de una u otra manera las posadas «forman parte muy estrecha de nuestra idiosincrasia, de nuestra cultura y hay que disfrutarlo porque también es un espacio de convivencia mucho más allá del mercantilismo que ha ocurrido».

«Más allá del mercantilismo, creo que es un buen tiempo para disfrutar también de un espacio de convivencia, de poder deleitarse con ciertos bienes simbólicos que forman parte de nuestras raíces», apuntó.

A su vez, el investigador del Centro de Estudios sobre Religión y Sociedad de la UdeG, Fabián Acosta Rico, expresó en entrevista que el quebrar la piñata representa la victoria del bien sobre el mal.

«Sus siete picos son los siete pecados capitales, por lo que la persona que la enfrenta con los ojos vendados, significa cerrar los ojos al mundo para abrirlos a la fe, ya que la fe no necesita pruebas ni demostraciones».

Añadió que con los ojos vendados «enfrentamos nuestra condición humana trastocada por los pecados, y guiados por Cristo logramos vencerlos, rompemos la piñata y lo que viene a continuación es una recompensa, la recompensa que nos da dios con la redención y con su amor».

Recordó que San Francisco, «en su momento, quiso representar la natividad de Cristo, pero en un comienzo los ‘nacimientos’ eran representaciones con personas y provienen de Italia, ya después se le buscó representarlo pero con esculturas o figuras artesanales en México».

El también investigador de la Universidad del Valle de Atemajac agregó que «esto tuvo una finalidad dentro de la congregación franciscana una connotación catequética».

Puntualizó que los ‘nacimientos’ surgen en Italia y posteriormente llegan a España, y de ese país pasa a México, donde continúa esta tradición hasta la fecha.

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