viernes, 22 de noviembre de 2024.

Grandes ciudades y tecnodependencia

El pasado 4 de octubre, cientos, millones de usuarios de Facebook, WhatsApp e Instagram en todo el mundo, sintieron la angustia de sentirse solos e incomunicados, a pesar de vivir, que paradoja, dentro de alguna de nuestras grandes metrópolis. Y justamente, casi coincidiendo cuando la ONU celebró el Día Mundial Metropolitano (7 de octubre) que, para este año 2021, consideró el tema: “Resiliencia para todas las personas: crear metrópolis cuidadoras más allá de la COVID – 19”, intentando promover la acción colectiva para crear resiliencia, avanzar en la justicia social y desarrollar mejores servicios públicos para todos nuestros espacios metropolitanos.

¿Será entonces que los nuevos riesgos para las metrópolis se encuentren justamente en la volatilidad del acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC´s)?

Veamos, según datos de la Encuestas Nacional sobre disponibilidad y uso de tecnologías de la información en hogares 2020 del INEGI, en México, los usuarios de internet son 84.1 millones, los cuales representan el 72.0% de la población de seis años o más. El 78.3% de la población urbana son usuarios. El 96% se conectó a través de un celular inteligente (Smartphone), 33.7% a través de una computadora portátil, 16.5% a través de una computadora de escritorio, y el 89% usa el internet para acceder a redes sociales.

Visto así, se entiende el porqué de los daños por el aún no explicado apagón de las redes sociales; mismo que hizo mella en la economía mundial, superando los mil millones de dólares estadounidenses. En efecto, solamente la caída de los servicios de Facebook a nivel mundial de más de seis horas generó un costo aproximado de 265 millones de pesos (mdp) para México, según señalan estimaciones de la empresa de ciberseguridad Netblocks.

Hoy día, uno de los grandes atractivos y características de nuestras grandes urbes es su acceso privilegiado a las TIC´s. De ahí que la tendencia de las ciudades más modernas es justamente inscribirse en la ruta de las llamadas Smart Cities, esto es, las Ciudades Inteligentes. En ellas las inversiones en capital humano y social y en las TIC´s producen un crecimiento económico sustentable, una alta calidad de vida con un sabio manejo de los recursos naturales, a través de una gobernanza participativa. Una ciudad inteligente no es un concepto estático, sino un escenario futuro, en que los ciudadanos empoderados mediante la tecnología colaboran en configurar el desarrollo urbano.

La conectividad se sitúa en el primer puesto del ranking de decisión de inversión en las ciudades. El impacto en la transformación digital garantiza los beneficios en conectividad, digitalización de hogares y del sistema productivo, así como el crecimiento de industrias digitales.

La tecnología se está convirtiendo en elementos tradicionales de la vida urbana, como el alumbrado público, en plataformas de iluminación inteligente de próxima generación con capacidades extendidas. Esto incluye la integración de la energía solar y la conexión a un sistema de control central basado en la nube que se conecta con otros activos del ecosistema.

Nos encontramos ante una ampliación de los derechos adquiridos derivados de nuestra pertenencia a las ciudades del mundo. El Derecho a la Ciudad, entendido como el derecho de todos los habitantes a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar sus ciudades, pueblos y asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos, definidos como bienes comunes para una vida digna.

Es imposible imaginar a las ciudades sin conectividad al mundo digital, y es catastrófico tan solo imaginar lo que sucedería si se pierde esta conexión. Hoy en día todas las operaciones necesitan del Internet, y las empresas tecnológicas aprovechan estos nichos de oportunidad para dar plusvalor a sus servicios. Transacciones bancarias, comunicación, venta y compra de bienes en línea, logística y comunicación son solo ejemplos de uso cotidiano en el que el mundo digital se entrelaza con el mundo físico donde respiramos.

Sin duda, el futuro de las ciudades deberá ser inteligente. Urbes conectadas e interconectadas, donde sus habitantes vivan disfrutando de los beneficios que éstas generen. La toma de decisiones, la planeación y la prestación de servicios públicos deberá adaptarse a esta realidad, y aprovechar todas las herramientas a su alcance para servir al ciudadano incluso desde la palma de su mano.

Sin embargo, la realidad hace que veamos este escenario deseable aun distante. Según DataMexico, con información del Censo Nacional de Población y Vivienda; en la Zona Metropolitana del Valle de México, la más poblada del país, solo 67.9% de la población tiene acceso a internet; poco más de la mitad tienen computadora en casa, a pesar de que 9 de cada 10 personas cuentan con celular, aunque no necesariamente un teléfono inteligente.

El panorama no es más alentador en otras metrópolis. Por ejemplo, en la Zona Metropolitana del Valle de Toluca sólo la mitad de la población tiene acceso a internet, 4 de cada 10 poseen una computadora en casa y 88% de celular.

Así que, aunque las zonas metropolitanas sean hoy día las más conectadas digitalmente del país, se observa el franco déficit tecnológico en que nos encontramos; ahora que, si vamos a la revisión de lo que ocurre en los ambientes semiurbanos o rurales, nos encontraremos con un escenario francamente adverso.

Este escenario evidencia las desigualdades que aún se deben afrontar a través de la gobernanza y de la coordinación para promover la integración de la población a la ciudad. De lo contrario, la brecha tecnológica dará paso a una brecha social más grande y aún más compleja, mermando la calidad de vida de los ciudadanos y vulnerando su Derecho a la Ciudad desde la conectividad.

 

 

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