Por Daniel Lee
En el viaje hacia la equidad, cada paso importa. Y uno de los senderos donde los pasos se tornan titubeantes es el terreno de las incapacidades por paternidad. Si bien celebramos el progreso en la conciencia masculina sobre la importancia de la crianza y la participación en la formación de nuestros hijos, todavía enfrentamos un camino cuesta arriba en términos de igualdad en las prestaciones y permisos otorgados a padres y madres.
Un punto de referencia evidente son las disposiciones legales. Mientras que la Ley del Seguro Social mexicana brinda incapacidad prenatal y postnatal a las madres trabajadoras, cada una de 42 días o una combinada de 84 días, con el 100% de su salario base de cotización, los padres solo reciben un permiso de paternidad de cinco días laborables con sueldo garantizado, según la Ley Federal del Trabajo.
La desigualdad salta a la vista: un amplio espectro separa las oportunidades otorgadas a las madres y a los padres en un momento crucial como el nacimiento o la adopción de un hijo. Esta disparidad se acentúa al observar los estándares internacionales, como el caso de España, donde se ha realizado una reforma ejemplar elogiada por su avance en igualdad. Allí, hombres y mujeres tienen derecho a 16 semanas de incapacidad con goce de sueldo tras el nacimiento o adopción, estableciendo una paridad real en este ámbito fundamental.
En México, el permiso de cinco días para los padres, aunque representa un primer paso significativo, se queda corto en equiparar las prestaciones entre ambos géneros. La ausencia de disposiciones similares en la Ley del Seguro Social muestra una brecha significativa que clama por ser abordada.
La necesidad de una reforma efectiva y congruente con nuestra realidad es innegable. Legislar para igualar las prestaciones otorgadas en la maternidad a los hombres no es solo un acto de justicia, sino una oportunidad para involucrar activamente a los padres en los primeros momentos vitales de sus hijos. Es hora de que los responsables legislativos se comprometan a nivelar el terreno, proporcionando una protección equiparable para ambos géneros y permitiendo una participación más integral y presente de los padres en la crianza de sus hijos.
El reconocimiento de la paternidad va más allá de lo biológico; es un compromiso, una presencia que influye en el desarrollo y el bienestar futuro de las generaciones venideras. Es momento de dar el paso valiente hacia una igualdad real en las incapacidades por paternidad. No es solo un paso legal, es un salto hacia un futuro más equitativo y afectuoso para nuestras familias y nuestra sociedad. Hasta la próxima…