Enfoque Educativo con Laura Águila Franco
@laura_aguila
En el año 2024, la Universidad de Oxford anunció el término “Brain rot” como la palabra del año, lo cual originó que las generaciones más jóvenes lo popularizaran con un toque irónico y de autocrítica.
Pero, ¿a qué se refiere el termino brain rot?, también se utiliza como “podredumbre cerebral”, y básicamente alude al deterioro mental o intelectual que se observa como resultado del “consumo excesivo” de contenido digital de baja calidad, principalmente en redes sociales, y los datos revelan que su uso aumentó un 230 % entre 2023 y 2024, ante la preocupación a nivel social por la huella negativa que está dejando el consumo de contenido en línea.
De este modo, el término «podredumbre cerebral» , se utiliza para describir tanto la causa como el efecto, haciendo referencia al contenido de baja calidad y poco valor que se encuentra en las redes sociales e Internet, así como al posterior impacto negativo que se percibe que tiene el consumo de este tipo de contenido en un individuo o en la sociedad, así como el posible impacto en la salud mental, especialmente en niños y jóvenes.
Esta condición se está transformando en un problema serio, ya que afecta a diversas generaciones, estando marcado principalmente por el agotamiento mental, la desconexión emocional y una pérdida general de bienestar cognitivo. De ahí surge la importancia de conocer sus señales para saber cómo hacer contrapeso, y recuperar el equilibrio en un mundo digitalizado.
Si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS) no se ha manifestado sobre el término «brain rot» o «podredumbre cerebral», se considera relevante para la salud mental, ya que puede causar tensión mental y degeneración cognitiva.
Así, lo que comenzó como una “expresión coloquial”, gradualmente ha ido encontrando respaldo en la ciencia moderna, ya que investigaciones citadas por The Guardian indican que el uso excesivo de redes sociales y el consumo compulsivo de contenido de baja calidad —desde noticias sensacionalistas hasta teorías conspirativas y entretenimiento vacuo— puede literalmente reducir la materia gris, acortar la capacidad de atención y debilitar la memoria. Como puede observarse, esta combinación de efectos que, hace que el término «putrefacción» no parezca tan exagerado.
Del correo electrónico al «doomscrolling» (hábito de consumir en exceso noticias negativas en línea, a través de redes sociales y sitios web)
Los primeros indicadores de alerta surgieron a principios de este siglo con algo que hasta hoy continua pareciendo inofensivo: el correo electrónico. El diario El País, citó un artículo de The Guardian del año 2005, en donde un equipo de la Universidad de Londres, tras 80 ensayos clínicos, obtuvo datos interesantes acerca de que el uso diario del correo electrónico y el teléfono celular, había provocado una caída media de 10 puntos en el cociente intelectual de los participantes, un impacto alarmante. Y si eso ocurrió con el simple uso del correo electrónico, es complejo imaginar lo que resultará con el uso incesante de tuits, stories, reels, notificaciones, y cualquier cantidad de contenido al que se pueda tener acceso, puesto que las aplicaciones modernas están diseñadas específicamente para mantenernos enganchados, atrapados.
El Dr. Eduardo Fernández Jiménez, psicólogo clínico del Hospital La Paz de Madrid, explicó en una entrevista con el diario El País, que “el cerebro activa diferentes redes neuronales para gestionar distintos tipos de atención. El bombardeo constante de estímulos variables está afectando especialmente nuestra capacidad de atención sostenida, fundamental para el aprendizaje académico”.
El problema complica al crearse “un círculo vicioso” difícil de romper, debido a que “las personas con salud mental frágil, son más propensas a consumir contenidos de baja calidad, lo que a su vez agrava sus síntomas. Y cuanto más tiempo se pasa frente a la pantalla, más difícil resulta reconocer y limitar el problema”.
Para ir comprendiendo el brain rot
1.- Efectos: Fatiga mental, dificultad para concentrarse, deterioro de la memoria y la capacidad de aprendizaje
2.- Consecuencias: Impacto en la salud mental y productividad, académica, laboral, social, personal.
3.- Señales tempranas: Dificultades para concentrarse, insomnio y agotamiento emocional son indicadores clave de un posible brain rot.
4.- Reconocer los riesgos para los niños y adolescentes: Son las poblaciones más vulnerables, debido a la alta exposición que tienen a las redes sociales.
5.- La importancia de establecer límites en el uso de dispositivos: Dedicar un tiempo específico al día para las redes sociales y evitar el “scroll” o desplazamiento infinito en las redes sociales, para reducir el impacto cognitivo.
6.- Priorizar la higiene del sueño: Evitar el uso de pantallas al menos una hora antes de dormir y establecer rutinas que promuevan un descanso reparador.
7.- Practicar actividades que no impliquen el uso de dispositivos: Dedicar tiempo al deporte, la lectura y actividades recreativas que oxigenen el cerebro y reduzcan la dependencia tecnológica.
8.- Generar conciencia en el entorno: Compartir con familiares y amigos sobre los riesgos del uso excesivo de redes sociales y fomentar pausas digitales regulares.
9.- Promover la educación digital desde la infancia: Enseñarles a los niños a usar la tecnología con moderación, priorizando interacciones personales y juegos en equipo.
10.- Reestructuración de los hábitos digitales: Silenciar notificaciones innecesarias y limitar las aplicaciones que más tiempo consumen en las actividades diarias.
Para reducir los posibles efectos negativos, se recomienda un enfoque doble: calidad y cantidad, ya que se hace primordial establecer límites claros para el uso del tiempo expuesto en pantalla y hacer un esfuerzo consciente por “desconectarse”. Las actividades que requieren presencia física, como el deporte o las reuniones con amigos, son indispensables para neutralizar los efectos negativos del uso prolongado de pantallas.
Estar alertas para priorizar contenidos educativos que eviten características adictivas y establecer descansos regulares, ya que la «putrefacción cerebral» podría ser más que una simple metáfora: podría estar describiendo un proceso real de deterioro cognitivo causado por los actuales hábitos digitales.
Tener presente que con empresas tecnológicas diseñando algoritmos para maximizar los tiempos de uso en pantalla y un público cada vez más digitalizado, el desafío va más allá de lo individual, se necesitan políticas públicas que fomenten la transparencia y una educación digital crítica para proteger la salud mental. Es momento de recordar que existe un mundo más allá de la pantalla, uno que nuestro cerebro está realmente diseñado para explorar.