La explosión en Tlalhuelilpan, Hidalgo, donde murieron 85 personas calcinadas al robarse gasolina de uno de los ductos de PEMEX nos mostró que en México no hay ley.
Durante cuatro horas, elementos del ejército mexicano solo fueron espectadores ante la presencia de cientos de pobladores que, convertidos en obreros de una fábrica del robo, llenaban cubeta, baldes y garrafones de gasolina, que se ha convertido en uno de los productos más solicitados por el desabasto de este combustible en más de 20 ciudades de este país.
Al rendir su primer informe en torno a esta tragedia, el Presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció que en el terreno estuvieron presente integrantes del ejército mexicano, sin embargo la instrucción que recibieron fue que se replegaran porque “la violencia no se va a combatir con más violencia”.
López Obrador evitó así su primer enfrentamiento con delincuentes, contra el pueblo “bueno” que durante las administraciones pasados fueron calificados como delincuentes, pero que hoy se les quiere convencer con mensajes en conferencias de prensa de que, al dejar de ser pobres, dejarán de robar.
Aunque siempre es loable evitar el enfrentamiento, la ley se tiene que aplicar y para eso existen las fuerzas policiacas, para detener a quienes están cometiendo delitos.
Aunque sea un pueblo pobre, no justifica que se dediquen al huachicol. La tragedia se pudo haber evitado si se hubiera aplicado un operativo para detener en flagrancia a quienes robaban la gasolina en ese momento.
¿Qué en el operativo se hubiera aplicado la violencia como recurso para detenerlos? Seguramente, pero el gobierno está dotado constitucionalmente para usarla.
En palacio nacional prefirieron que el ejemplo fueran decenas de muertos en vez de cientos de detenidos.
Para mi, este problema del huachicol se está saliendo de control y nos muestra como un país sin ley ni orden.
@agsarubbi