Tal vez el término “disrupción” en el ámbito educativo, genera ruido y ambigüedad, debido a que la definición de mismo es “rotura o interrupción brusca” (Real Academia de la Lengua), trasladado al campo educativo, el sentido se encamina hacia la capacidad para romper con las reglas establecidas o la forma de hacer cosas, por lo que una educación disruptiva es aquella que rompe con el currículum, las metodologías y las modalidades de transmisión del conocimiento, abriendo nuevas alternativas de aprendizaje.
La creación de esta expresión, se encuentra relacionada con los trabajos desarrollados por Bower y Christensen (1995, profesores en Harvard Business School), y posteriormente ampliado por el propio Christensen (2012), en torno a las innovaciones disruptivas. Según estos investigadores, una innovación disruptiva, es aquella que origina un nuevo mercado de valor, rompiendo, sustituyendo o desplazando el que ha existido anteriormente. Así, las innovaciones disruptivas, primero mejoran el producto anterior, interrumpiendo el desarrollo establecido de forma inesperada; posteriormente, esta misma innovación sustituye a lo anterior, estableciendo nuevas formas de comprender un mismo producto.
Dentro de los retos de la educación en el siglo XXI, sobresale la necesidad cada vez más imperante de personalizar la educación para adaptarla a las necesidades y potencialidades de cada alumno (Aprendizaje Adaptativo), formar a profesionales que al mismo tiempo sean ciudadanos y, desde luego, dotar a los estudiantes de las habilidades y herramientas sociales y tecnológicas que el mercado laboral demanda. La pregunta que subyace es cómo enfrentar este desafío, y desarrollar metodologías innovadoras (conjunto de estrategias y técnicas que se utilizan para abordar los procesos de enseñanza, aprendizaje y gestión de manera diferente), como por ejemplo la Inteligencia Artificial (IA), la gamificación, los MOOC (massive open online courses), el aprendizaje permanente o a lo largo de la vida (lifelong learning), el e-learning y tantas otras posibilidades que ofrece la tecnología educativa.
Entre las necesidades básicas y fundamentales que son claves para desarrollar y/o implementar una educación disruptiva, se mencionan las siguientes:
A. Personalizar el aprendizaje. – El aprendizaje adaptativo permite que cada estudiante aflore su máximo potencial.
B. Integrar la Inteligencia Artificial en los procesos. – Principalmente en el análisis y gestión de datos para mejorar la educación.
C. Desarrollo y fortalecimiento del pensamiento crítico. – Formar estudiantes y seres humanos, que no solamente “absorban” información, sino que sepan analizarla y contrastarla.
D. Habilidades digitales. – El uso de la tecnología y la formación digital es imprescindible para poder tener acceso a los empleos actuales y en el futuro próximo.
E. Formación digital a edades tempranas. – Buscar garantizar el acceso a la tecnología a las y los estudiantes en el mundo, como “nativos digitales”.
Todo lo anterior considerando que el mundo se mueve a velocidad acelerada y demanda personas curiosas, flexibles y proactivas, y en el caso de la educación, aplica a profesores, alumnos, y también a las instituciones, para permitir la adquisición de competencias y habilidades que se adapten a la nueva realidad más que la mera obtención de conceptos. Fundamental es conocer cómo se ha transitado en la denominación de estas tecnologías, para acercarlas cada vez más a las capacidades del alumnado y los docentes para reapropiarse de ellas, inicialmente se hablaba de las TIC (Tecnologías de la información y la comunicación), pasando después a las TEP´s (Tecnologías para el empoderamiento y la participación), y llegando a las TAC (Tecnologías del aprendizaje y el conocimiento).
Valorar que el aprendizaje multidisciplinar es fundamental, la formación debe adaptarse y desarrollar profesionales con una visión amplia; considerar que la innovación incluye también la colaboración y el conocimiento compartido, generando así importantes nexos con el mundo laboral en la educación superior, a través de plataformas que logren conectar a empresas con estudiantes, favoreciendo así la mentalidad emprendedora.
Si se tiene presente que la educación disruptiva se centra en el estudiante y en el uso de la tecnología, buscando crear experiencias de aprendizaje más interactivas e inmersivas, entre las ventajas que aporta se mencionan las siguientes:
I. La autogestión del aprendizaje por parte de los estudiantes
II. La integración de diferentes áreas del conocimiento
III. La generación de experiencia práctica y multidisciplinaria
IV. Igualdad de oportunidades
V. Libertad para elegir cómo aprender
VI. Reducción de la presión, lo que ayuda a gestionar el estrés en el aula y mejora el rendimiento
VII. Transformación del rol docente, de “conductor jerárquico” a colaborador/facilitador.
El papel del docente continua siendo indispensable y enriquecedor, ya que es precisamente el y la docente quien va a trabajar “la disrupción” en su ambiente educativo de aula, al propiciar espacios para construir y generar experiencias novedosas en las y los estudiantes: transformar los espacios, los horarios, la metodología y en definitiva, la forma en que se organiza el aprendizaje en clase, para permitir que puedan producirse transformaciones importantes y disruptivas que amplíen los conocimientos, tanto de los estudiantes, como de los docentes y de la comunidad educativa en general.
En la actualidad, el aprendizaje adaptativo, el microaprendizaje y la gamificación son tan solo tres ejemplos de metodologías que se utilizan para posibilitar el aprendizaje de formas diferentes y que siguen considerándose disruptivas, ya que no solo se adaptan mejor a la forma natural en la que el cerebro adquiere conocimiento, también le han permitido a personas alrededor del mundo, obtener certificaciones que no hubieran podido conseguir con el modelo de educación convencional.