martes, 24 de diciembre de 2024.

El covid me alcanzó. Y no, no está #Chido

Y sí, a pesar de los cuidados que tenía para no contagiarme, el covid-19 me alcanzó, y no, no está #Chido.

Comenzó con una leve tos el pasado 18 de agosto, al día siguiente fui al médico porque mis síntomas eran más, tenía constipación, tos y un poco de dolor de cabeza, el diagnóstico fue: Laringitis aguda; me envió tratamiento y me dijo que estuviera atenta de mi oxigenación.

Regresé a casa y desde ese momento me aislé con la finalidad de no contagiar a mi familia. El viernes 20 de agosto, me dio fiebre y el cuerpo me dolía como nunca en la vida, seguía la idea de la “infección”. Pero eso no fue todo, el sábado 21 fue el peor día, por la noche tuve fiebre, al despertar tenía 38.9° de temperatura, ahí los síntomas no eran los de una “gripa normal” como todos pensamos.

Pasé un sábado fatal, poco a poco y gracias a los cuidados de mi familia, bajó la fiebre, el dolor de cuerpo y la tos horrenda seguía, pero lo peor ya había pasado.

Domingo 22 de agosto, mágicamente, me sentí mejor, sin fiebre, con dolor de cuerpo, tos, pero nada que ver con el día anterior, todos pensamos que el medicamento estaba haciendo efecto, y pasó sin mayor contratiempo el domingo.

Al día siguiente, acudí a hacerme una prueba rápida de antígenos, persistía el cansancio, la tos y malestar… A las 16:30 horas revisé mis resultados y no fue lo que esperábamos.

Positivo al virus SARS-CoV-2, se leía en mis resultados, cuando les dije a mis papás, que justo estaban frente a mi, nuestro semblante cambió, la preocupación se incrementó y de inmediato llamamos a médicos especialistas, tomamos medidas y regrese a casa, me mantuve aislada y sumamente preocupada de no haber contagiado a mis padres.

La preocupación inevitablemente incremento mi malestar, mi estado de ánimo por un momento se vino abajo, tuve miedo de haber contagiado a más gente en el tiempo que salí, tuve miedo de haber contagiado a mis papás y a mis hermanos; pero siempre estar cobijada por mi familia, todo lo mejora. Respiré profundo y me tranquilicé. Todo pasará, estaré bien, sé fuerte, me dije.

Pasaron los días pero lo que no pasaba era ese cansancio, el dolor de articulaciones y la tos horrible, el dolor de espalda era peor y era algo normal por el esfuerzo de mis pulmones al toser. La soleadad y el aislamiento lo agravan todo, pero es un precio que estuve dispuesta a pagar por no contagiar a mi familia. La preocupación volvió a aparecer cuando un tío también dio positivo pero él sí necesitaba oxígeno las 24 horas del día. Nunca me sentí tan impotente de no poder ayudar, lo único que pude hacer fue buscar números de teléfono para que mis tías pudieran contactarlos.

Definitivamente soy muy afortunada de tener una familia unida y que Dios no nos dejo ni un solo momento, porque en ambas casas en donde había enfermos de covid, nunca faltó comida, los medicamentos necesarios, amor y cuidados de quienes estuvieron siempre presentes.

Los mensajes de ánimo, las llamadas y las muestras de amor de quienes estuvieron pendientes de mi estado de salud hicieron que fuera más llevadera esta horrible enfermedad.

A mis 27 años, con la primer dosis de vacuna contra COVID-19, este virus me tumbó. Pero estoy agradecida con Dios por darme la bendición de estar contando mi experiencia, me da gusto saber que mis tíos también están saliendo de la enfermedad y se miran mejor por las videollamadas.

Ah porque eso sí… Si algo hizo este virus, fue que nos uniéramos mucho más. En mi caso, reflexioné tantas cosas y retomé otras de mi espiritualidad.

Hoy, quiero decirles que no porque ya estén vacunados, porque sean jóvenes y se sientan fuertes, bajen la guardia. La pandemia sigue aquí, el virus no se ha ido. Si no lo hacen por ustedes, piensen en sus familiares y cuídense porque el covid-19 no distingue edad ni estrato social, el ataca, así que cuídense.

Gracias a los que estuvieron atentos siempre de cómo me sentí. No, no la pasé nada bien, pero aquí estoy, sentada en el sillón de la habitación, esperando la hora de ir nuevamente al neumólogo y deseando que me diga: Ya puedes abrazar a tus papás.

Lo escribo con lágrimas en los ojos de haber recordado cada instante de estar en casa, sintiendo los cambios en mi cuerpo y agradezco a Dios estar viva y bien después de estos días tan intensos para toda mi familia.

Cuídense, tener covid no está #Chido.

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